“Rosafrita, Rosafrita,
la de la fermosa cara,
la del airoso corpiño
que de tan colmado estalla;
la que las caderas mueve
de tal guisa, que al mirarla
perdieron la su chaveta
los Doce Pares de Francia.
Rosafrita, si quisiérades,
abriríasme tu estancia,
guardada con once dueñas
con cucuruchos de rafia.
Si quisiérades, podrías,
dejar la puerta entornada,
y yo pasaría dentro,
no para cosa malsana,
ni puerca, ni indecente,
que prometerlo no osara,
sino para que los dos
nos metamos en la cama”.
Escuchando estas razones
tan corteses y tan castas,
así dijo Rosafrita.
Bien oiréis lo que parlaba:
“Ven esta noche, Bardolfo,
que abriréte una ventana
por la que podrás pasar
si antes no te descalabras.
Mas no olvides, doncel,
que yo estoy ya maridada
con don Lope Gil y Puertas,
que, aunque fuese a Tierra Santa,
puede volverse de pronto,
y figúrate que cara
va a poner si nos sorprende
con las manos en la masa.
Mis dueñas no te preocupen,
que les daré una tisana
que la santa de mi madre
usó muchísimo en casa,
que si en la color parece
cocción de tomillo y salvia,
te la tomas y las tripas
se te facen mermelada”.
Estaban folgando juntos
el galán y la su dama,
cuando cascos de caballo
en el castillo sonaban.
“Aquese trote, mancebo
-dice Rosafrita muy blanca-,
es el trote de mi esposo,
que entre mil lo adivinara”
Ya subía el caballero
por las escaleras y rampas,
y al llegar a su aposento,
estas palabras fablaba:
“¿Qué facen las once dueñas
muertas y despanzurradas?”
“Murieron de sopetón,
pues picóles la tarántula.”
“¿Qué facen esos calzones
de varón sobre mi cama?”
“Son un precioso presente
que os manda el rey de Navarra”.
“¡Vive Dios, que están rompidos!”
“Es que usólos el monarca,
y entre Pinto y Valdemoro
le clavaron una lanza”.
“¿Y de quién son esos pies
que se asoman entre las sábanas?”
“Del postillón, que ha venido
a repartir las cartas.”
“¿Y las reparte desnudo,
cual su madre lo alumbrara?”
“En verano nada más,
porque en invierno se tapa.”
El noble, considerando
la situación con gran calma,
dijo a su esposa con pena
y mansedumbre en su cara:
“Siempre dije, Rosafrita,
que de buena te pasabas,
y como eres tan piadosa
la pringas, hija del alama.
Que se vaya el postillón
a otra parte a facer gárgaras.
¡Sin un hombre que gobierne,
la casa no es la casa!”.
Jorge Llopis
(un poema extraído de su magnífico libro: "Las mil peores poesía en lengua castellana")
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